lunes, 18 de marzo de 2013

La educación como industria del deseo


La educación como industria del deseo. Joan Ferrés y Prats (2008, Barcelona, Gedisa)


El autor explica como los educadores deben conseguir que la educación se convierta en una industria del deseo ya que  todos nos movemos en mayor o menor medida, pero sobre todo, a través de las emociones.

Los creativos publicitarios tienen como misión generar deseo en el consumidor, conseguir que  determinados productos, aunque sean superfluos, nos parezcan imprescindibles. Si esto lo trasladamos a la educación, vemos que aunque se disponga de "productos de calidad", los educadores no siempre saben  "venderlos".

Nuestros padres, pero sobre todos nuestros abuelos,  nos comentan como  muchos profesores trataban de conseguir la atención de los alumnos mediante la presión o el miedo. Desde que los educadores han ido adoptando una actitud más permisiva y los estudiantes han ido perdiendo el miedo, se oyen quejas de la falta de respeto a los  profesores por parte de los alumnos y la falta de interés de éstos en las materias.

El error viene de que no se ha sabido compensar esta permisividad con una mayor activación del deseo, para que los alumnos mantengan el interés y lograr así una mayor implicación y un mayor esfuerzo.

El autor señala, que de nada sirve enseñar a leer si no se transmite el placer por la lectura.

Siguiendo con la comparación entre publicidad y enseñanza, Joan Ferrés traslada la onomatopeya yamiké empleada en marketing a la educación,   ya que el ¿y a mi qué? es uno de los principales enemigos de los docente,  igual que de saber responder al yamiké depende el éxito en la venta de un producto.

Las quejas de los docentes por la falta de interés, el pasotismo o a la falta de motivación de los alumnos son constantes y pocas veces estas quejas van acompañadas de un reconocimiento de su responsabilidad en los fracasos escolares.

Se comprueba que sin embargo, los medios de comunicación de masas tienen más capacidad de penetrar y activar la maquinaria del deseo, convirtiéndose en unos educadores más eficaces.

El autor habla de la educación como industria, porque es como un trabajo en el que se debería producir una transformación de materias primas, ya que los educadores imparten contenidos que les vienen impuestos, pero la única manera de ser eficaces es transformarlos de manera que parezcan nuevos.

El reto no consiste en sustituir emoción por razón, sino en integrarlas, en conciliarlas, en interrelaccionarlas. No es  sustituir la pasión por el pensamiento, sino incentivar y desarrollar la pasión de pensar.


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